Belleza sin ley, de Juan Goytisolo

Sobre_Belleza sin ley_m.inddAhora que las cadenas de televisión reponen varias veces las películas que todos hemos visto hace tiempo, nuestros lectores entenderán perfectamente la idea del ensayo que hoy proponemos. Posiblemente, a más de uno le habrá ocurrido que la película que en su día le llamó la atención por una actriz muy guapa, hoy le resulta interesante por ver los coches de los años 90. O que la película que en su día le parecía un tostón, hoy le parece profundísima ya que refleja una concienzuda problemática de la que no se había dado cuenta en un primer visionado.

Con esta idea, Belleza sin ley, de Juan Goytisolo –Editorial Galaxia Gutenberg- recupera libros que el autor no había tocado en treinta años, con el consiguiente cambio en la percepción que, a nuestra manera, estamos experimentando en el cine.

Por supuesto, se trata de un libro que ofrece un buen ramillete de lecturas ineludibles. Por si fuera poco, todas ellas están pasadas por el experto tamiz de uno de nuestros escritores más internacionales –hasta el punto de que en las quinielas para el último Premio Nobel de Literatura aparecía en las casas de apuestas como la primera opción de las letras españolas, por delante de Javier Marías a quien siempre he postulado como el candidato ideal para este premio, aunque antes no sabía de su rechazo a los premios oficiales-

¿Cuántos lectores me habrán preguntado por libros que merezca la pena leer? ¿Cuántos volverán a preguntármelo? Espero que para entonces no se me olvide este libro, ya que de él, podrán sacar una serie de títulos y autores de primer orden que, por si fuera poco, se salen del sota, caballo y rey de los superventas. Desde los primeros compases, Goytisolo se desmarca rotundamente de las listas de ventas ofreciendo lecturas que permanecen en el tiempo, ya no por años, sino por siglos.

Es interesante la reflexión que se hace lanzando al lector la siguiente pregunta. ¿Se acuerda de qué libro estaba número uno en ventas hace diez años?, yo le daría otra vuelta de tuerca y preguntaría, ¿se acuerda de qué libro estaba número uno en ventas hace seis meses? Posiblemente, la cara de póquer fuera la misma aunque se tratara de un lector habitual.

No puedo dejar esta reseña sin mencionar alguno de esos grandes nombres que aportan un plus a este libro. Empezando por los rusos que menos suele conocer el gran público, ya que deben saber que aparte de los Tolstoi y Dostoievsky hay otros grandísimos escritores por allí, como Gógol, Bulgakov, Chéjov o Biely, pasando por los franceses como Rebelais, Diderot o Céline y con una mención especial a un escritor por el que siento debilidad, Quevedo, que como bien indica Goytisolo, tiene una pluma que hace olvidar todos sus insultos y misoginias. Un dominio de la escritura como el que tenía él no puede pasar desapercibido por mucho que se insulte y se haga burla de todo lo que una buena persona no deba burlarse.
El aspecto formal es más próximo al del libro de bolsillo que al estándar si nos atenemos al tamaño y al peso. Sin embargo, por la letra y los blancos es más bien un volumen estándar aunque menos voluminoso y pesado que alguno que se ofrece como libro de bolsillo.

En la cubierta, una pluma con alas planea sobre un fondo blanco porque, por mucho que se quiera vender que va a desaparecer el libro en papel, el símbolo de la escritura sigue siendo la pluma estilográfica. Por cierto, no se pierdan la reflexión de Goytisolo referente a la desaparición del libro en papel, no tiene desperdicio.

Adolfo Caparrós Gómez de Mercado
Doctor en Lengua y Literatura

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